Descripción
MARCO AMERIGHI
ERRANTES
PLATA EDITORES
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Subtítulo:
Peso: 0.7 kgs.
ISBN: 9789874892546
En Pisa, en un piso repleto de cuadros e instrumentos musicales con vistas a la torre inclinada, Pietro Benati aguarda su desaparición. Según su madre, una maldición se cierne sobre su familia: tarde o temprano, todos los Benati varones cortan el cordón umbilical y Pietro el último hijo enclenque y sin cualidades no será una excepción. El primero fue su abuelo, que desapareció durante la guerra de Etiopía y fue repatriado al año siguiente con deshonor. El segundo fue Berto, su padre, un jugador empedernido que en 1988 volvió a casa al cabo un mes sin el dedo meñique de la mano derecha. Cada vez que un escándalo pesa sobre su familia, Pietro piensa que no tardará en llegar su momento. En cambio, el que se desvanece en la nada es su hermano mayor, Tommaso, un prometedor futbolista, genio matemático y único referente de Pietro, a quien, de nuevo, no le sucede nada. Por mucho que se esfuerce en su carrera musical, en la universidad o con las chicas, por mucho que cambie de ciudad y de país, por mucho que intente cortar los lazos con el farsante de padre o con la hipocondríaca de su madre, su vida sigue siendo una indescifrable sucesión de fracasos y decepciones. Al menos, hasta que conoce a dos criaturas tan alborotadas y confusas como él: Laurent, un gigoló aficionado a la natación nocturna y al alcohol, y Dora, una entusiasta del cine de terror con un dolor opuesto al suyo. A su lado, Pietro se ilumina por fin. Con una trama llena de personajes destartalados y conmovedores, y una voz capaz de renovar lenguajes y estilos sin renunciar al calor de la tradición, Errantes es una novela sobre la juventud y sobre los frágiles lazos que son fruto del azar y que esconden el poder de cambiar nuestras vidas. Un fresco que plasma toda la complejidad de una generación herida, decepcionada y desarraigada del mundo, pero que aún no está dispuesta a rendirse. «Con Randagi, Marco Amerighi se impone como un escritor que no puede ser ignorado.» Sandro Veronesi